sábado, 3 de noviembre de 2012

Fiebre de Casinos

La proliferación de casinos afecta a una población que cada vez se hace más adicta a los juegos de azar.

Así como la  fiebre del oro de California fue un fenómeno social ocurrido en Estados Unidos entre 1848 y 1855; caracterizado por la gran cantidad de inmigrantes que llegaron a las cercanías de San Francisco (California) en busca de dicho metal; 164 años después estamos viviendo la fiebre de casinos en Panamá; caracterizado por un grupo de empresas españolas, estadounidenses, colombianas y venezolanas interesadas en buscar el dinero del pueblo panameño producto de las apuestas en juegos de azar. Han descubierto que los panameños tenemos una verdadera cultura de adoración a los juegos de azar (chinguia en el lenguaje popular) y no la van a desaprovechar.

Hasta el año 2011, en Panamá existían 17 salas de casinos completos y 29 salas de Máquinas Tragamonedas Tipo A, nombre que muy inteligentemente ha sido promocionado por los genios del marketing con el nombre “Máquinas Pagamonedas”. Yo prefiero llamarlas “Tragabilletes” porque en la nueva generación de máquinas se ha eliminado la típica ranura para ingresar monedas y solamente se han dejado ranuras para insertar Bills o Billetes de todas las denominaciones.

Solamente en un año, el número de salas de “Tragabilletes” en Panamá se ha incrementado de 14 a 29 (todas en manos de una sola empresa), representando un incremento de algo más del 100%.  El número de máquinas es aún mayor si tomamos en cuenta las que se encuentran en otros 16 casinos completos, 13 agencias de eventos deportivos y 1 sala de bingos.   

¿O es que no existe una Ley Antimonopolio en Panamá? ¿O solamente funcionan para las empresas avícolas, publicitarias, servicios de telecomunicaciones, seguros, entre otras? ¿Por qué no funcionan para las salas de máquinas tragamonedas? ¿Qué intereses ocultos hay detrás de hacerse la vista gorda con estas empresas llamadas de “entretenimiento”?

En el año 2011 los ingresos brutos de las “Máquinas Tragabilletes” fueron de 354.1 millones de dólares con una tendencia de crecimiento del 15% anual. El negocio es redondo tanto para los operadores de estas salas como para el Estado, que recibió, en ese mismo año,  cerca de 60.0 millones de dólares en concepto de impuestos en esa sola actividad, y cuyo monto se prevé que se incremente en el 2012.


Quizás este interés del Estado por aumentar los ingresos a sus arcas sea la verdadera causa de la aprobación desmedida de salas de juegos por todo el país, muchas de las cuales se encuentran ubicadas en áreas geográficas caracterizadas por la presencia de un elevado nivel de pobreza en la población.

Me preocupa mucho la proliferación de estas salas de juegos en lugares como los corregimientos de Calidonia, Río Abajo, Juan Díaz, Tocumén, Pueblo Nuevo y San Miguelito, así como en otras áreas del país, que tampoco escapan de sus tentáculos, tales como Arraiján, La Chorrera, Colón, Penonomé, Aguadulce, Santiago, Chitré, David, Las Tablas y Chitré.

Está demostrado por diversos estudios científicos, que de todos los juegos de azar, el más adictivo o causante de Ludopatía (o adicción al juego) es la máquina tragabilletes. Éstas son tan adictivas, que su capacidad de atrapar a la gente es muy efectiva. Por eso algunos expertos en el tema suelen llamarle “la cocaína del juego”. 

Los niveles de Ludopatía en la población son cada vez mayores. Las cifras oficiales señalan que en Panamá hay cerca de 4 mil personas ludópatas. Mis estimaciones la ubican en una cifra de por lo menos cinco veces mayor. Estamos ante un problema de salud pública que el Estado no quiere reconocer.

El gobierno prefiere, por ejemplo, destinar 3.5 millones de dólares anuales provenientes de los impuestos de los casinos para pagar los premios de las carreras de caballos del Hipódromo Presidente Remón o destinar recursos para la cría de caballos de paso (que por cierto fue propuesta y avalada por algunos diputados nacionales que participan activamente de esta actividad). Sin embargo, ¿Por qué no propusieron leyes similares para invertir parte de estos recursos en la prevención y tratamiento de la Ludopatía?

Me parece que el Estado debe revisar y reformular su política en materia de juegos de azar, limitando, por un lado, la apertura de salas de juegos y casinos completos solamente a nivel de grandes cadenas hoteleras y centros turísticos, y por el otro, a invertir mayores recursos en la prevención y tratamiento de la Ludopatía. Es hora de buscar la forma de bajar la temperatura para frenar esa fiebre de los casinos.

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